Esa naturalidad un poco autoritaria y hasta ingenua de Frida es la que me cautiva, y me gusta su astucia para conseguir muchos de sus objetivos , me gusta su cercanía casi obsesiva hacia la cultura mexicana, hacia su folklore, hacia el indígena mexicano, me llama la atención lo superlativo de querer superar a veces negando y pintando su dolor , y más que nada aceptar ser esa Frida que es , su-frida , adolorida , de un grafismo inteligente y sangrante , de un dinamismo social para buscar la justa dimensión de sus ideales ,sin caretas, sin tapujos , a veces sin convencionalismos absurdos .
El amor con Trotsky, sus amores de un lado y de otro, en busca de esa avecilla que se siente enjaulada por la desgracia de una prisión perpetua, que quiere volar, ser libre, libre del dolor, libre de las superficialidades, libre de la ausencia de una maternidad negada una y tantas veces, toda esa rabia se traslada a su pincel y está marcada en su piel, donde se dibuja su tristeza y su ternura hacia la vida misma, en colores de azul y guacamole, estoy seguro que Villa y Zapata, están hoy viendo sus pinturas y comentando alegremente de sus aventuras con la libertad y la justicia .
Sabes que escucho esa música de la banda sonora de la película, y pienso en estos seres tan especiales, tan distintos a todos, me pregunto como, por qué son eso que son y que fueron, yo veo a esta mujer a la distancia de la historia, admiro su coraje, su rebeldía, su gritarle a la vida que “la vida me vale madre” como dicen los mexicanos, me atrevo a traducir en ella un ¡quiero ser yo misma así como soy , así , sigo viva , y valgo¡
(Carta a una amiga sobre Frida K.)